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Padres que acogen - Recompensa, la sonrisa de un hijo

  • PALABRAS CLAVE: Familia, Padres que acogen, Adopción, Acogimiento
  • Autor: Down España
  • Fecha de publicación: 03/03/2008
  • Clase de documento: Reportajes
  • Formato: Texto

Referencia bibliográfica

  • > Editor: Down España
  • > Nº de páginas: 7
  • > Colección de datos: Revista Down España nº 38

RESUMEN:

Reportaje que muestra las experiencias de varias familias que han adoptado a un hijo con síndrome de Down dentro del Proyecto realizado por Down España “Padres que acogen”. A lo largo de este reportaje sabremos un poco más acerca de su día a día, y de cómo se desarrolla, en líneas generales, un proceso de adopción.

PADRES QUE ACOGEN

RECOMPENSA: LA SONRISA DE UN HIJO

IMPULSADOS POR LA PUESTA EN MARCHA DEL PROYECTO “PADRES QUE ACOGEN” DE DOWN ESPAÑA, HEMOS QUERIDO CONOCER DE CERCA A VARIAS FAMILIAS QUE HAN ADOPTADO A UN HIJO CON SÍNDROME DE DOWN. A LO LARGO DE ESTE REPORTAJE SABREMOS UN POCO MÁS ACERCA DE SU DÍA A DÍA, Y DE CÓMO SE DESARROLLA, EN LÍNEAS GENERALES, UN PROCESO DE ADOPCIÓN.

 

Las historias de la adopción de Arnau, Lucía, Noemí y Simón son historias únicas, de un enorme valor humano.

 

Cuando uno tiene el privilegio de sentarse en el sofá de cualquiera de estos hogares, como uno más de la familia, puede sentir el cariño y la entrega que estos padres ponen en cada gesto, en cada palabra que dirigen a sus hijos… y la enorme generosidad con la que lo hacen. Ninguno de ellos reconoce su lucha y trabajo diario para sacar adelante a unos niños que por su discapacidad intelectual, precisan de una mayor fortaleza y de una mejor capacidad de adaptación a las dificultades. Todo lo contrario, afirman que su fuerza proviene de sus hijos, sin los cuales, su vida carecería de sentido. Para estas familias, héroes anónimos que no quieren que se reconozca su labor, su recompensa es la sonrisa de sus hijos, cada uno de sus progresos y la enorme gratificación que supone para ellos disfrutar cada día de su compañía.

 

 

ARNAU

Una lluviosa mañana de febrero mientras conduce en dirección a su casa, Carlos nos cuenta cómo fue la adopción de Arnau. “En el hospital todo el mundo nos apoyó, incluso personas que casi no nos conocían, con las que apenas teníamos trato. Nos telefonearon, nos escribieron tarjetas muy cariñosas, nos hicieron regalos, se ofrecieron para todo lo que pudieramos necesitar”.

 

Poco después la prensa catalana se hizo eco de la noticia, porque Carlos y Jacint, su compañero, eran la primera pareja homosexual en Cataluña, que, como tal, había podido adoptar un hijo. Era un niño recién nacido, con síndrome de Down, al que su madre había puesto el nombre de Arnau pero al que había renunciado.

 

El coche enfila una carretera secundaria que asciende hacia la montaña. La familia vive en el campo, en una casa pequeña rodeada de pinos, donde la habitación más amplia y luminosa es el dormitorio de Arnau. Cuando llegamos el pequeño está empezando a desperezarse. Lleva unos días con décimas y por eso no ha ido a la guardería donde habitualmente pasa las mañanas. “Notamos un cambio muy positivo cuando empezó a ir –comenta Jacint- el trato con otros niños es un gran estímulo para su desarrollo.”

 

Arnau es un niño guapo y despierto al que sus padres colman de mimos y carantoñas mientras le toman la temperatura, le cambian los pañales, y eligen su ropita. Va a cumplir 20 meses y ya no pueden imaginar la vida sin él. “El primer mes fue de infarto –nos dice Carlos- porque la sentencia aún no era firme, nos lo entregaron en acogimiento preadoptivo”. En todo proceso de adopción la Ley establece unos plazos y los padres biológicos deben confirmar su renuncia antes de que el juez dicte una sentencia definitiva. “Cada vez que sonaba el teléfono nos daba un vuelco el corazón, porque sabíamos que podía ser para reclamar al niño”.

 

Tanto Carlos como Jacint trabajan en Sanidad y a Arnau le han atendido siempre muy buenos especialistas. Todo iba sobre ruedas hasta que a los 5 meses empezaron a detectar que el niño sufría a veces pequeñas sacudidas inexplicables, poco después le diagnosticaron un síndrome de West. Ello supuso un gran retroceso en el desarrollo de Arnau que había alcanzado un nivel muy satisfactorio y un duro golpe para sus padres: “Nos habíamos acostumbrado a que todo iba tan bien que nos costó mucho aceptar una dificultad con la que no contábamos”.

 

Poco a poco Arnau fue superando la crisis y Carlos y Jacint asumiéndola con todas sus consecuencias. De momento planean dejar el campo y trasladarse a Tarrasa donde en caso necesario, el niño podrá ser atendido con mayor rapidez. Será un cambio más en su vida que desde hace dos años es ya muy diferente : “Antes nuestra mayor preocupación era elegir el destino de las vacaciones” –comentan divertidos. Pero no les preocupa el futuro, sólo quieren que Arnau reciba todo el cariño y el bienestar que ellos puedan proporcionarle.

 

“No debemos afrontar la vida como si fuera una competición –nos dice Jacint ya en el camino de vuelta– cada niño llegarà hasta donde pueda llegar, y lo importante es que llegue, aunque tarde más en conseguirlo”.

 

 

LUCÍA DE MARÍA

María se bebe la sonrisa de su hija, saborea cada pestañeo de la niña. Lucía, la niña de sus ojos, nació un 3 de mayo de hace cinco años. Tenía tan solo un mes y tres semanas de vida cuando llegó al hogar de María y Fernando y desde entonces, es el centro de sus vidas.

 

“Yo no podría vivir sin ella” dice emocionado Fernando, al tiempo que no quita los ojos de Lucía. La niña es preciosa, rubita, con unos ojos azules llenos de luz. Nada más llegar se aprende mi nombre y lo repite en cuanto tiene la oportunidad. María le ofrece un donut, al principio, no lo quiere, pero más tarde, cuando su padre se ha terminado el último trocito, cambia de idea y lo pide.  Fernando baja a la tienda a buscarle uno. Lucía pregunta varias veces por él. “Ha ido a buscarte tu donut- le dice amorosamente María- ahora viene”.

 

María no puede disimular su orgullo y satisfacción por lo que ella reconoce ha sido una de las mejores decisiones de su vida: adoptar a Lucía.

 

“Lo hablamos un día en la playa. Nos sentamos, charlamos tranquilamente, y decidimos adoptar a un niño con alguna dificultad. Nosotros entendíamos que teníamos muchas cosas para compartir, mi marido lleva 30 años trabajando en salud mental como enfermero y  yo otro tanto como auxiliar de clínica siempre con gravemente afectados. Me planteaba ser madre de acogida de algún niño que tuviera una circunstancia adversa, pero nunca la adopción. Javier, mi hijo mayor, tiene ya 27 años y queríamos volver a ser padres. Gracias  a mi trabajo en el Centro de  Atención Temprana Virgen de la Esperanza me enteré que estábamos estimulando a un niño con síndrome de Down que estaba en el Centro Básico de Acogida. Cuando llegué a casa se lo conté a Fernando. Éramos muy conscientes de la importancia que tiene la familia para los niños con discapacidad. Más tarde nos enteramos que no era un niño, sino una niña. Presentamos rápido los papeles y supimos que había más familias solicitando a Lucía. Después tuvimos que conseguir el Certificado de Idoneidad”.

 

Lucía era hija de dos adolescentes y además de renunciar ellos como padres, tuvieron también que hacerlo sus familias. “Lo primero que nos planteamos fue para quién podíamos nosotros ser buenos padres: por nuestro bagaje, por nuestros valores, por las amistades….y la respuesta era evidente; para un niño que tuviese algún problema, porque yo quería desarrollarme como madre y como persona. Lo más gratificante de haber adoptado a Lucía ha sido ver colmada mi ambición de criar una hija. Es muy diferente cuando adoptas un hijo a cuando lo pares. Un hijo biológico es normalmente una expresión de amor hacia la pareja, en cambio a uno  adoptado lo quieres por ser cómo es, por sí mismo, porque te da la gana. Lucía me da mucho cariño, me da razones y la gente la quiere mucho”.

 

 

NOEMÍ

 

Inés y Juan Carlos son una de esas parejas a las que uno nunca espera conocer. Después de un tiempo intentándolo y ante la imposibilidad de tener hijos biológicos, decidieron luchar por formar su propio hogar  y solicitaron un niño en adopción. A los dos años llegó a la familia Noemí, una niña con síndrome de Down que colmó su deseo de ser padres.

 

“Cuando hicimos la solicitud pensamos que si Dios no nos daba hijos biológicos, nos daría hijos adoptivos. Rellenando los papeles parecía que estábamos comprando un traje a medida, entonces pensamos… ¿Y si un hijo biológico hubiese venido con algún problema? Por ello decidimos no restringir ningún aspecto, aunque sí pedimos que si se trataba de un niño con alguna discapacidad, no fuese demasiado mayor. Un día, nos llamaron para ofrecernos la posibilidad de adoptar a Noemí, que entonces tenía diez días. Mi marido no se lo pensó y dijo que sí, pero pasamos mucho miedo por no saber qué era exactamente el síndrome de Down. Teníamos una enciclopedia de psicología en casa y esa noche nos pusimos a buscar, pero lo que encontramos fue el concepto de los años 70, la definición reunía todo lo malo y  los retrataba como monstruitos. La primera noche con la niña la pasamos entera sin dormir, nada más que mirándola”.

 

Más tarde la familia se completaría con la llegada de Juan Carlos y Ricardo, ambos también adoptados. Ricardo, que en la actualidad tiene 23 años, llegó a la familia a la edad de 11 años, después de varios intentos fallidos de adaptación con otras familias. “Siempre fue un niño problemático hasta el final-cuenta Inés-, cuando llegó, dijo que al cumplir los 18 años se iría y así fue, hoy sabemos muy poco de él. La verdad es que Noemí a pesar de su discapacidad es la más normal de nuestros hijos. Si te enseñásemos fotos, verías las caras de los niños, tan tristes…tenían unas deficiencias mucho peores que el síndrome de Down”.

 

Inés cuenta con verdadero detalle cada progreso de la niña, como si fuera y así es, un logro propio.  “Yo le quité a la niña los pañales a los dos años y la gente me decía que qué hacia,  parece que tienes que ir más despacio por la discapacidad…pero yo siempre intento hacer las cosas de la forma más normal, como yo no se hasta donde puede llegar, no le puedo poner tope. Intento sacar de ella lo máximo posible”.

 

 

SIMÓN

“La adopción es un largo camino, una aventura. Un día surge la idea, lo hablas con tu pareja, pides información, y poco a poco el proyecto va madurando”, cuenta Javier.

 

 Cuando iniciaron el proceso de adopción, él y su mujer Magdalena, tenían ya dos hijos: Clara, nacida en el año 2000, y Gabriel, en 2002.

 

“Sabíamos que algunos niños tienen más dificultad que otros para encontrar una familia adoptiva, así que pensamos que nosotros podíamos ser esa familia. Ambos somos maestros: educadores por vocación. El reto es evidente.”

 

Todo comenzó con la declaración de idoneidad que realiza cada comunidad autónoma, “en nuestro caso, el Consell Insular de Menorca” –señala Javier –,  y así, tras un año y medio de espera, en 2005, llegó su tercer hijo, Simón, un niño con síndrome de Down al que sus hermanos recibieron con sentimientos encontrados. “Nuestra hija mayor ya tenía 5 años y quería otro hermano, así que con ella todo fue fácil.  A Gabriel, que tenía sólo 2, le costó más, por aquello del príncipe destronado.”

 

Como cualquier recién nacido, Simón acaparaba la atención de sus padres, pero en este caso, el bebé requería además cuidados especiales.

 

“A los dos meses, cuando ya había alcanzado el peso recomendable, tuvimos que trasladarnos a Valencia durante unas semanas para someterlo a una operación de corazón. Hemos acudido a pediatras, cardiólogos, otorrinos, fisioterapeutas, logopedas, psicólogos, maestros de apoyo, equipo de atención temprana, asociación con otras familias… Las mismas ayudas que necesita cualquier familia que tiene un hijo con alguna dificultad. Estas ayudas se fundamentan en la confianza en los profesionales que atienden a nuestro hijo, y en el contacto con otras familias que comparten experiencias y vivencias como la nuestra.”

 

Las experiencias compartidas llevaron a esta pareja, comprometida socialmente, a asumir nuevas responsabilidades, hasta el punto de que Javier Blay preside en la actualidad DOWN MENORCA.

 

 “Nuestra vida ha cambiado, desde luego. Para empezar, ahora somos una familia con tres hijos ¡que no es poco!. La llegada de Simón nos ha ayudado a conocer mejor el mundo de las personas con discapacidad. Nos ha hecho ser más sensibles y luchadores: cada día hay que librar una pequeña batalla. Pero también hemos aprendido a relativizar las cosas: los problemas ya no lo son tanto. Hemos vivido momentos críticos, de gran sufrimiento, pero ahora que han pasado casi tres años, podemos decir que estamos conociendo la felicidad con mayúsculas.”

 

“Cada niño llegará hasta donde pueda llegar, aunque tarde más en conseguirlo”

“Lo primero que nos planteamos fue para quién podíamos ser buenos padres”

“He llorado mucho al sentir la crueldad de la gente”

“Ahora estamos conociendo la felicidad con mayúsculas”

 

 

ACOGIMIENTOS Y ADOPCIONES ESPECIALES. SE BUSCAN PADRES

En España hay cerca de 34.000 niños tutelados por organismos públicos. Casi 16.000 viven en régimen de acogimiento familiar, con el consentimiento de sus padres biológicos. Unos 3.000, en acogimiento familiar decretado por un juez, pero con la oposición de sus progenitores. Y alrededor de 15.000 niños que permanecen en centros de protección de menores. 

 

Muchos de ellos son niños que reúnen dificultades añadidas para el acogimiento o la adopción. ¿En qué consisten esas dificultades? Las hay de diferente tipo. Por ejemplo, es muy difícil encontrar una familia cuando el niño tiene más de 8 años o  pertenece a otra raza; cuando es un niño enfermo o tiene alguna discapacidad. Tampoco es fácil encontrar familia cuando se trata de un grupo de hermanos, ya que se intenta no separarlos. Son niños que pueden permanecer meses, incluso años, en centros de acogida a la espera de una familia. Para ellos existen los Programas de Adopciones o Acogimientos Especiales en los que están incluidos los menores con síndrome de Down.

 

Tanto los procesos de adopción como de acogimiento están gestionados por las Comunidades Autónomas. La revista DOWN ha hablado con Paloma Martín, Directora Gerente del Instituto Madrileño del Menor y la Familia (IMMF) de la Comunidad Autónoma de Madrid, para conocer cómo es el proceso de adopción de un niño con síndrome de Down.

 

El IMMF, dependiente de la Consejería de Familia y Asuntos Sociales, tiene bajo su tutela a los menores que por circunstancias diversas se encuentran en situación de desamparo, y es el órgano administrativo que gestiona los procesos de adopción o de acogimiento en esta Comunidad.

 

Paloma Martín: Cuando hablamos de niños que tienen una discapacidad hablamos de Adopciones o Acogimientos Especiales para los que buscamos familias idóneas y aptas para ello. ¿Cómo actúa la Comunidad de Madrid? La Comunidad forma a estas familias les presta toda su ayuda, colabora con ellas y, eso sí, durante el período de formación les pide que pasen un estudio psicosocial en el que se valora si son personas idóneas para acoger a un menor de estas características. Una vez que se considera a esa familia apta para acoger a un menor, se le inscribe en el Registro de Familias Acogedoras. A partir de ese momento, cuando tenemos bajo nuestra tutela a un niño en las circunstancias para las que esa familia se ofrece, en este caso, una discapacidad, la CAM se pone en contacto con la familia y se le comunica que hay un niño que se ajusta al ofrecimiento que ellos han hecho.

 

¿Existen ayudas especiales para los padres cuando se adopta o acoge un niño con discapacidad intelectual?

La CAM da prioridad a los niños que tienen una discapacidad. Las familias madrileñas son extraordinariamente generosas y hay muchos niños que han sido adoptados y acogidos. Nosotros lo que hacemos es poner a su disposición todos los medios, ya sean tratamientos psicoterapéuticos para orientar a los padres, ayudas económicas, ayudas de todo tipo. La CAM se vuelca con estas familias que de una forma tan generosa prestan su vida, su entorno, su casa, para acoger a un menor con discapacidad. ¿Qué ocurre cuándo un niño nace con discapacidad y es susceptible de ser dado en adopción? Pues que inmediatamente, buscamos a una familia en el Registro de Familias Acogedoras o adoptantes. Vemos cuál es el perfil que se adapta a ese niño, porque no hay que olvidar que existen distintos grados de discapacidad. Intentamos conjugar el deseo de todos, pero la CAM trabaja siempre en beneficio del menor, nuestro objetivo es garantizar el interés superior del menor. Además de seleccionar a las familias y declararlas idóneas, queremos que el niño pueda integrarse en las mejores condiciones.

 

 

¿Y qué ocurre con los tratamientos médicos específicos tan necesarios para los niños con síndrome de Down?

Todo lo que no está financiado por la sanidad pública lo asume este Instituto hasta la mayoría de edad del niño. Luego pasa a depender de otras direcciones generales de esta misma Consejería.

 

 

¿Cuáles son los requisitos para adoptar o acoger a un niño en la CAM?

Se pide que sean personas mayores de 25 años, residentes en la Comunidad de Madrid, que hayan sido declaradas idóneas tras pasar por ese proceso de información y formación, tras unos estudios psico-sociales, es decir, tienen que visitar a un psicólogo y a un trabajador social. Ellos elaboran los expedientes y los informes correspondientes, el Instituto los valora y da la idoneidad a esa familia para acoger o adoptar. Automáticamente se les inscribe en el Registro de familias.

 

 

¿Existe un seguimiento tras la adopción?

No sólo seguimiento sino que tenemos un programa de Apoyo post adoptivo al que destinamos parte de nuestros recursos. Se sigue trabajando con la familia porque si la llegada de un hijo supone un gran cambio en la vida de familiar, cuánto más, cuando se trata de un niño con discapacidad. La CAM tiene que comprobar que el niño está bien atendido porque como siempre decimos, no estamos buscando niños para padres sino padres para niños. Tenemos que tener la garantía absoluta de que esos padres son los mejores para ese niño porque, al fin y al cabo, nuestro interés es siempre el interés superior del menor.

 

 

¿Quién toma la decisión en último término?

En los casos de adopción la decisión la toma un juez, en los casos de acogimiento la decisión es administrativa. Tenemos una Comisión de Tutela del menor que es la que adopta las decisiones sobre la situación del niño. Primero, sobre la necesidad de establecer medidas de protección; y luego, respecto a la idoneidad, tanto de adoptantes como de acogedores.

 

En el caso de Adopciones y Acogimientos Especiales, la Comunidad de Madrid ha delegado la búsqueda de familias en dos entidades: MACI, Movimiento de Atención a Cierta Infancia, y Meñinos, Fundación para la Infancia.

 

Durante nuestra conversación con Aida González, Coordinadora de Acogimientos de la Fundación Meniños,  nos informó de que en el último año han tenido siete casos de niños con síndrome de Down para los que han encontrado familias. Cuatro eran bebés que pudieron ser adoptados porque hubo renuncia expresa de sus padres biológicos y los otros tres están con familias de acogida.

“La Comunidad de Madrid –nos dice Aida González- quiere promover el acogimiento para que los niños puedan incorporarse a una familia en vez de permanecer en un centro residencial. Nosotros trabajamos para el IMMF desde el año 1999”.

 

 

¿En que consiste esta colaboración?

Primero, nos ocupamos de aparecer en los medios de comunicación para transmitir el mensaje de que hacen falta familias. También llevamos a cabo el proceso de idoneidad por el que tienen que pasar todas las familias. Nuestros  psicólogos y trabajadores sociales se entrevistan con ellas y hacen una visita al domicilio para ver en qué condiciones se integrará el niño. Después realizan con nosotros un curso de formación que agradecen bastante porque es muy participativo y en él analizamos diferentes aspectos del acogimiento. Aspectos legales, qué es tutela, qué es guarda, cuáles son los deberes y derechos de los acogedores, la relación de los niños con su familia biológica, cómo trabajar cuando llega un niño a casa, la adaptación, invitamos a familias que vengan a contar su experiencia, porque poder preguntar también les enriquece mucho. El curso dura cinco sesiones y transcurren unos tres meses y medio desde que las familias se ofrecen a acoger o adoptar hasta que sacan el certificado de idoneidad.

 

 

¿Puede la familia elegir al niño?

Nunca es la familia la que selecciona al niño. Somo nosotros quienes mantenemos el contacto bien con la residencia o con el hospital donde están los niños. Hablamos con el trabajador social, con el psicólogo, con el educador, con el director y estudiamos todos los informes. De manera que por un lado tenemos  información de la familia y por otro, información de los niños. En reuniones técnicas semanales, estudiamos los expedientes, valoramos los factores de riesgo y de protección de la familia y del niño e intentamos ver qué niño se va a beneficiar más del ofrecimiento de cada familia. Estudiamos las posibilidades que tenemos, lo hablamos con la CAM y cuando tenemos su autorización, proponemos a la familia una entrevista personal para contarles y leerles todo el expediente, por teléfono sólo les adelantamos algunos datos generales. Luego les dejamos un tiempo para que valoren la propuesta, para que recapaciten, que lo hablen con sus hijos si los tienen. Si la familia está de acuerdo, se presenta la propuesta formal a la CAM y a partir de ahí ya se inicia la fase de adaptación.

 

 

Paloma Martín nos ha dicho que la entrega de un bebé es un acto muy emotivo en el que todo el mundo llora. ¿Qué ocurre cuándo se trata de niños mayores? 

La fase de adaptación depende de cada niño. Cuando es un bebé suele ser recogerlo y llevártelo a casa. Con niños de 1 año a lo mejor hay que esperar un par de días, en el caso de niños de 8 años pueden ser meses. Es ir a la residencia, ver al niño, tener un primer contacto, al día siguiente volver a ir, invitarle a comer, llevártelo a casa para que la conozca…Hay que ir poquito a poco de manera que cuando damos paso a la convivencia definitiva ya se han establecido unos vínculos, una relación y creemos que esto ya va a ir hacia adelante.

 

  

 

¿Acogimiento o adopción?

EL DERECHO A CRECER EN FAMILIA

El derecho del niño a crecer en su propia familia, y cuando esto no sea posible, en un ambiente familiar alternativo, es uno de los principios sobre los que se asienta la  protección a la infancia. Es, por tanto, el objetivo de todos los programas de acogimiento desarrollados por las Comunidades Autónomas. 

 

La adopción es posible cuando los padres biológicos renuncian expresamente a hacerse cargo del hijo. Es decretada por un juez y es una medida definitiva e irrevocable que genera los mismos derechos y obligaciones que una filiación biológica. En la adopción cesa todo vínculo y relación del menor con la familia biológica.

 

El acogimiento, sin embargo, es una medida de protección para menores en situación de riesgo. Menores que por causas diversas no pueden o no deben permanecer con su propia familia, mientras no se resuelvan las dificultades que impiden o desaconsejan la convivencia. En estos casos, es la Comunidad Autónoma, como autoridad competente, quien asume la tutela de los menores. Una medida de carácter temporal, que prevé que estos niños puedan regresar a casa lo antes posible.

 

Existen centros sociales para los menores tutelados, no obstante, se busca para ellos un entorno familiar alternativo que les proporcione mayor seguridad y afecto que el que puede  ofrecer una institución pública, ya que la experiencia ha demostrado que  el ambiente familiar beneficia el desarrollo físico y psicológico de los niños que, incluso, aumentan de talla y peso.

 

A diferencia de la adopción, el acogimiento es una medida transitoria, que prevé el retorno de los niños con su familia biológica. El programa de acogimiento tiene una doble vertiente. Por un lado, apoya a la familia para que supere cuanto antes las dificultades que motivan la separación y organiza encuentros frecuentes entre padres e hijos que refuercen el vínculo afectivo; y por otro, busca familias “paragüas” que se ocupen de los menores en esta etapa.

 

Por su parte, estas familias acogedoras se comprometen a proporcionar a los menores una vida familiar estable, a alimentarlos, educarlos, salvaguardar sus derechos y darles una formación integral como personas.

 

 

 

Proyecto Padres que ACOGEN

Si bien no hay datos exactos sobre el número de niños con síndrome de Down que se encuentran pendientes de acogida y/o adopción en los centros de menores de las Comunidades Autónomas, la realidad nos indica que estos niños existen y que se encuentran institucionalizados en espera de una familia, la mayoría tras la renuncia voluntaria.

 

El Proyecto “Padres que acogen” –nos informan Mónica Díaz, Pedagoga, y Vera Moura, Trabajadora Social del Departamento de Programas de DOWN ESPAÑA- pretende dar respuesta a estos menores que residen en centros públicos, y atender la inquietud de aquellas personas o familias que desean participar en la acogida y/o adopción de un menor con síndrome de Down.

 

 

Dado que la tutela de los menores corresponde a las Comunidades  Autónomas ¿Cuál es el papel de DOWN ESPAÑA?

M.D.: DOWN ESPAÑA actúa como enlace entre las familias y los organismos competentes de la Administración. Cuando una Comunidad Autónoma tiene bajo su tutela a un niño con síndrome de Down, nos los comunica inmediatamente. Nosotros, a través de nuestra red de contactos, conocemos familias que quieren adoptar a un menor  con síndrome de Down, de forma que enseguida nos ponemos en contacto con unos y otros. Este trabajo en red permite que el proceso sea mucho más ágil y rápido.

 

 

¿Qué otros aspectos contempla el proyecto?

V.M.: Lógicamente el proyecto es mucho más amplio. DOWN ESPAÑA asesora y apoya a las familias no sólo durante el proceso de adopción o acogimiento, sino a lo largo de la vida. Además este trabajo en red no se limita a las familias acogedoras o a la Administración, el Proyecto “Padres que Acogen” está dirigido a la sociedad en general y cuenta con la valiosa colaboración de empresas privadas solidarias.

 

 

¿Podéis adelantarnos algunos resultados?

M.D.: Desde que el Proyecto empezó a funcionar en octubre de 2007, se han puesto en contacto con nosotros cinco familias para comunicarnos su interés por adoptar o acoger a un menor con síndrome de Down. Eran familias de Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León. Una de las familias madrileñas ha podido iniciar ya los trámites de adopción de una menor tutelada por la Junta de Castilla y León.

 

Respecto a los organismos públicos, además de la Junta de Castilla y León, se han puesto en contacto con nosotros para informarnos de que tienen tutelado a algún menor con síndrome de Down: el Consell Insular de Mallorca, la Generalitat de Cataluña, la Ciudad Autónoma de Ceuta y la Comunidad Autónoma de Madrid.

 

Gracias al continuo intercambio de información que mantenemos con nuestras entidades federadas, y a su labor divulgativa, podemos garantizar que el Proyecto “Padres que Acogen” empieza a ser conocido en todo el territorio nacional.

 

 

DIRECCIONES

PROYECTO “PADRES QUE ACOGEN” DE DOWN ESPAÑA

Teléfono: 91 716 07 10

pqacogen@sindromedown.net

INSTITUTO MADRILEÑO DEL MENOR Y LA FAMILIA

Gran Vía, 14 28013 Madrid
Teléfono: 902 02 44 99

Horario: de 9 a 14 h de lunes a viernes.

acogimientos.familiares@madrid.org

www.madrid.org

 

MENIÑOS, FUNDACIÓN PARA LA INFANCIA

Delegación de Madrid

Santa Engracia, 54 – 1º 28010 Madrid

Teléfono: 902 22 07 07

meninos.madrid@meninos.org

www.meninos.org


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